Buenos Aires, Imbabura: Esta es la declaración de uno de los pobladores de la parroquia Buenos Aires a través de la cual confiesa la existencia de personal armado que extorsionaba a los mineros del sector
Los testimonios de quienes llegaron a la parroquia imbabureña de Buenos Aires para dedicarse a la búsqueda y extracción de oro dan prueba de la existencia de personal armado que cobraba entre el 7% y el 10% de todo lo que se producía en el sector. Estas personas construyeron fosas donde enterraron a los muertos que resultaron del conflicto con los irregulares.
El panorama en la parroquia Buenos Aires, en Imbabura, se ve desolado a causa del abandono de sus pobladores. Solamente han quedado los vestigios de lo que fueron hoteles, prostíbulos, gabinetes, iglesias, tiendas y billares que ahora son desarmados por el sol, la acumulación de lluvias y la fuerza del viento.
En Buenos Aires se instalaron entre 8.000 y 15.000 personas que llegaron a intentar mejorar su situación económica obteniendo oro de las minas que allí se improvisaron. Hasta el viernes último unas 3.800 personas ya habían desalojado Buenos Aires tras la emisión del estado de excepción decretado por el presidente Lenín Moreno y a través del cual se pretende retomar el control de la zona mediante la presencia de policías y militares.
Hernán Caicedo, un mestizo nativo del lugar, dice que hace más de dos años él no sentía esa paz. La tranquilidad de la que él habla no solo incluye el silenciar las máquinas o el desalojo de los bulliciosos mineros, sino de ya no tener que pagar para pasar por la zona.
Él explica que antes debía pagar a los “armados” por el simple hecho de transitar a su casa. Los costos iban desde los $2 para cruzar una vía a su hogar o $10 para ir a vigilar las tierras que tiene cerca de las minas.
Mientras tanto los policías continúan desarmando las casas que se construyeron con plástico y madera denominadas cambuches ubicadas en la base de las minas. El sector de La Vicera fue uno de los primeros en los que incluso se inició una quema de esos materiales retirados.
Cada grupo armado que vigilaba las distintas minas operaba de manera extorsiva. Dos personas que provenían de la Mina Los olivos así lo relataron. Dijeron que los armados que controlaban ese lugar cobraban entre el 7% y el 10% de todo lo que se producía en el lugar. Para ejercer control, los armados mataban o “picaban” personas que a su juicio habría cometido algún error, dijeron los transeúntes.
Esta información fue recogida por miembros de la Policía Nacional a quienes señalaron la existencia de fosas detrás de la Mina Vieja donde presuntamente estaban enterrados algunos muertos.
En este lugar se ven varios plásticos negros que servían para cubrir el ingreso a centenares de pequeñas minas cuyo costo para la explotación aurífera bordeaba los $400. La idea de tapar los ingresos era evitar que las lluvias aflojen la tierra y se produzcan derrumbes, aun así se encontraron cuerpos de varios mineros habrían quedado atrapados en accidentes.
(XB)
FUENTE: EL UNIVERSO, Ecuador Inmediato
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